Pioneras – Marieta de Las Casas

Con PIONERAS, queremos homenajear la lucha cotidiana de estas mujeres dándoles voz a través de familiares y personas cercanas. Estas mujeres han sido referentes en su época y su ejemplo tiene que ser energía para continuar derribando los condicionantes que como mujeres todavía los limitan.

MARÍA DE LAS CASAS, AQUELLAS PEQUEÑAS COSAS


Mis padres me llevaban en verano a la isla de La Palma, a Los Llanos de Aridane.

 

Una ciudad a la que llegas después de atravesar un paisaje poderoso engendrado por los fuegos y moldeado por el mar y por la naturaleza de su tierra y volcanes. Una ciudad en donde yo, de niña, disfruté con amigas yendo a varear almendras o deslizándome por los arrulladeros de la Plaza. Y unos años más tarde, si mi tía nos prestaba el coche, bajaba con mi novio, de entonces, a Puerto Naos a comer churros, eso sí antes mi tía me daba los tres mil consejos y tenía que debatir con ella la hora de regreso.

 

Recuerdo que mis tíos se acababan de comprar un Hillman Minx, un coche inglés de color azul claro, con matrícula TF 33687 y lo sé bien porque conservo varias fotos de él, de aquellos días en que los tíos Antonio Valcárcel y Juana Carmona nos llevaban de excursión a comer al campo. Una ciudad que se convirtió en mi paraíso particular.

 

Luego la vida, el trabajo, los hijos me alejaron durante años. Pero la emoción de aquellos veranos nunca se ha disipado. Como tampoco se me han olvidado las dos noches de navegación que teníamos que hacer para llegar a la isla de La Palma.

 

¡Qué alegría sentía al llegar a Los Llanos, ver a la familia! Yo no podía quitar mis ojos de la abuela. También estaban los tíos, algunos de mis primos, Petra. ¡Cuánto cariño había en sus miradas! Mamá besaba y abrazaba a toda la familia. Papá en seguida se acercaba a su madre, a la tía Juanita y a Petra, las besaba en la frente ¡Qué revuelo se armaba! De pronto mamá me daba un codazo, que era la señal para que no me despistara con los saludos.

 

¡Aquellas pequeñas cosas!

 

María de las Casas nació el último día del año 1891 en una ciudad pequeña e íntima, en Santa Cruz de La Palma. El mismo día en que los antiguos romanos celebraban las fiestas saturnales, el misterio de la muerte y la resurrección. Y no sé si sonaban trompetas del cielo o las doce campanadas del Año Nuevo, lo que sí creo es que en esos días se oían ecos navideños. Lo Divino.

 

Marieta heredó la afición literaria de su padre. Con solo nueve años, comenzó a participar en funciones teatrales en Santa Cruz de La Palma a beneficio de los fondos de la Cruz Roja. Y declamó, con tono solemne y voz clara y alta, un trabajo de su padre Pedro J de Las Casas Pestana. Él la escuchó con una extraña mezcla de emoción, mientras buscaba los ojos de su esposa, doña Rita Pérez y González, que estaba preocupada, aunque al ver que el público aplaudía con energía y que la Asociación lograba reunir una cifra considerable se sintió muy orgullosa de ella.

 

Un año más tarde, la Asamblea Suprema de la Asociación de La Cruz Roja, le concede a Marieta, la Medalla de plata de la Institución. Tenía tanta seguridad en sus relaciones sociales que no había fiesta benéfica en la que no participará con aplomo y sonrisa intelectual.

 

Con trece años lo daba todo en el colegio. Obtenía sobresalientes en sus estudios de segunda enseñanza. Fue una criatura instintiva con aires de señorita dispuesta a comerse el mundo. Hasta los quince años su diversión favorita fue la participación en teatro leído, recitales poéticos. Muy pronto logró el título de Bachiller en el Colegio de Segunda Enseñanza Santa Catalina y fue la primera mujer nacida en La Palma que obtuvo esa titulación. Más tarde se creó un gran prestigio dentro de su promoción cuando se diplomó como Maestra superior de Primera Enseñanza.

 

Desde muy pequeña, escuché a papá, hablar y hablar de las virtudes de la vieja, como él llamaba a su madre:

 

-Conoce el arte de escribir, de la enseñanza y las escenas teatrales. Domina cualquier tertulia y sus opiniones siempre las suaviza con ironía y buen humor.

 

Esa afición y dedicación por el teatro le llevó a numerosos eventos, incluso ganó algún primer premio. Participó en prensa tanto en prosa como en verso. Carmencita Hernández, mujer destacada de este pueblo me confesó:

 

-Con la ayuda de doña Marieta y la pedagogía e ingenio de don Antonio Valcárcel, su hijo) preparé unas oposiciones al Cuerpo de Funcionarios de Telégrafos.

 

Pero bueno eso nos lo contará ella misma que conserva en su memoria numerosas anécdotas de doña Marieta.
Con dieciocho años participó en una velada literaria musical a beneficio de los más desfavorecidos de Fuerteventura. Aquella noche intervino también su amiga Juana Tabares y nos sorprendió con un poema de la poeta Leocricia Pestana. Marieta hablaba de ella con gran respeto.

 

Por cierto, que en 1927 doña Juana Tabares (1888-1956), se convirtió en la primera mujer concejal de Los Llanos de Aridane. Y en su Homenaje el 23 de junio de 1953. María de las Casas, tomó la palabra y después de extenderse en emotivos recuerdos de sus largos años de ausencia… añadió:

 

-Felicito al pueblo y al Municipio por los honores que los altos poderes han concedido a nuestra dilecta paisana Juana Tabares.

 

María de las Casas, ingresó al Cuerpo de Telégrafos en 1909. En un primer momento la destinaron a Fregenal de la Sierra, provincia de Badajoz. No estoy segura de si realmente se desplazó a la península. Lo que sí sé es que estuvo en Gran Canaria, en la ciudad de Telde, durante un tiempo, en el Paso de La Palma, y que dos meses antes de acabar 1911,la Junta Provincial de Instrucción pública la nombró auxiliar de la Escuela de Niñas del Distrito Norte de Santa Cruz de la Palma.

 

También me acuerdo cuando al pasar por la subida de Mata, en Las Palmas de Gran Canaria papá me decía:
-Ahí, ahí, en la calle Dolly vivió tu abuela.

 

¡Aquellas pequeñas cosas!

 

El 31 de julio de 1914 José Julio Valcárcel Ramírez y María de las Casas se convierten en marido y mujer. Marieta tenía veintidós años y estoy segura que disfrutó de la boda. ¡Era tan religiosa! Y que al pie del altar un cura de santidad experimentada, pronunció esas palabras de felicidad que dan sentido al ritual.

 

Muy pronto, creo que fue al morir sus dos niñas, se traslada a Granadilla de Abona, Tenerife. Allí nacieron sus tres varones, José Julio, Pedro J. y Antonio Valcárcel. Ejerció de jefa de Telégrafos, fundó y dirigió la academia de Segunda Enseñanza Nuestra Señora de las Mercedes. Colaboró en iniciativas sociales y culturales que redundaron en el bien de la Villa Y fue tan querida que actualmente el lugar en donde está ubicado el actual Centro Cívico y la calle lleva el nombre de María de las Casas.

 

Pero mucho antes, ya podemos encontrar, publicaciones de artículos suyos en periódicos. Narra la propia María de las Casas en una entrevista que le hicieron en Tenerife (34 años) Escuchamos su voz:
Desde muy niña —contaría poco más que mi hijo Julito, o sea unos siete u ocho años—me dio por los cuentos. Mi padre me los pagaba a cinco céntimos… ¡Oh, aquellos tiempos!… Entonces cinco céntimos…Era toda una personilla. Yo, que me diferenciaba de mis compañeras por mi amor a las Letras, los trocaba en sendos cuentos de Calleja, que leía con avidez. Más tarde, próxima a terminar mi carrera de maestra, comencé a colaborar en los diarios que dirigía mi padre…

 

— ¿Y se llamaban?—la interrumpimos.

— No recuerdo bien… Creo que La Solución, Hija de la Palma, etc., etc.

— ¿Fue larga su colaboración? —Colaboraba sin colaborar.

— ¿Y eso?

—Verá: Entonces en Canarias no existía el elemento femenino en las redacciones. Mi padre no quiso que firmase y… no firmé. Sin embargo, mi colaboración fue larga.

 

No olvidemos que, por aquellos tiempos, la mayoría de las mujeres literarias tuvieron que refugiarse en seudónimos masculinos, en la oralidad, por eso gran parte de la obra se ha perdido o es de difícil rescate. Doña Magdalena Carballo Fdez, esposa de Antonio Gómez Felipe firmaba con el seudónimo de María de la Encina.
Por lo que vemos esa inquietud periodística de María de las Casas la tenía desde su infancia. Colaboró con crónicas sociales y culturales, relatos, poemas, en periódicos como el Diario de Avisos, en la Gaceta de Tenerife, La Provincia, Falange y en revistas de ámbito nacional, como Crónica y Mundo gráfico. Y tanto desde su isla como fuera de ella reflejando muchas veces el amor que sentía por La Palma. Y leo:
Lector palmero Valor, fe, fraternidad, esa es la clave del triunfo. No desmayéis defendiendo vuestros fueros, Así haciendo ahora lo que siempre habéis hecho en pro de vuestra grúa ¡la nuestra! podéis muy pronto saludar la luz de la victoria, podéis estar seguros del porvenir de la raza, de la grandeza de la bien amada Benahoare.

 

Isla bella, madre mía Cuánto más viajo y más lejos, más dentro de ti estoy y a medida que las primeras enjoyan mi gozo, más leve se me muestra la sombra de los inviernos.” …María de las Casas. Diario de Avisos, Tenerife, junio1927.

 

Como escritora ganó diversos premios literarios. Publicó también cartas a los niños, a la mujer, a las madres a las que ensalza en muchos de sus artículos.

 

De regreso a Los Llanos de Aridane, continúa ejerciendo de telegrafista, de maestra de la vida en periódicos, crónicas, en las Fiestas de Arte. En algunas de ellas participó con otros escritores como refleja el Diario de Avisos el 11 de agosto 1960 en Fiesta de Los Llanos.

 

Las estampas tenían mágicos efectos de luz y colorido. Los trabajos literarios que ilustraron la fiesta eran de los escritores doña María de las Casas y don Pedro Hernández…

 

Perteneció la señora de las Casas a una generación de hombres y mujeres en la que no se valoraba el talento de las mujeres. Estaban condenadas a ser lo que en la jerga del siglo se llamó “niñas de su casa” Para desempeñar cualquier actividad necesitaban de una extrema disciplina y mucha suerte. Marieta tuvo esa suerte porque la disciplina fue, por fortuna, una parte de su herencia.

 

Su compleja personalidad es seguramente uno de los principales atractivos de María de las Casas. Fue leal a sí misma, con el convencimiento de que el periodismo y la literatura eran esenciales, ya que a través de ella arrancaba los secretos a la vida, a la isla en donde podemos pasar de la realidad al ensueño con facilidad, del cielo enrojecido de los atardeceres al silencio inmóvil de millones de estrellas desconocidas. Una “ciudad de ensueño” como se le llamaba en tiempos del cronista don Pedro Hernández, Antonio Gómez Felipe y la propia Marieta:

 

No sabe esta humilde cronista qué atractivo tiene Los Llanos de Aridane. Ciudad del sueño, se la llamó hasta hace poco. Ciudad de ensueño, le dicen hoy. Y con el prefijo, su símbolo es exacto. En sus fiestas hay una embriaguez de vida, de animación, de alegría; se encuentra y se siente tal afán, que nos arrastra hacia la multitud y nos hace ir a ella.

 

Artículo titulado: Por nuestras fiestas. En la ciudad de ensueño. María de las Casas. (Diario de Avisos, 16.08 1957)

 

¡Qué importante son los retratos de nuestras mujeres, de sus mentes, de su indumentaria! María de las Casas no se acicalaba como yo me imaginaba que vestían las mujeres importantes, vestía totalmente de negro con falda bastante larga y blusa imitando chaqueta. Sencilla, muy sencilla. Sin embargo tenía una presencia poderosa, tanto que yo algunas veces me quedaba como hipnotizada.

 

Con su melenita lisa, muy blanca, según papá, era canosa desde que tenía 35 años. Su piel empolvada y su mejillas sonrosadas, su boca fina, sus manos… pero lo que más llamaba la atención era que a través de sus gafas de cristales muy gruesos, a través de sus ojos brillaba la inteligencia. Y pensé que, igual que ocurre con personajes de talento, era sólo el arte lo que había retocado su fisonomía.

 

Por los años sesenta, su aspecto no parecía saludable, aparentaba muchos años, muchos pero no descuidaba sus facultades. Seguía soñando en ejecutar grandes planes tanto para ella como para sus nietos a quienes enseñaba literatura, matemáticas, francés… Soñaba para ellos con posiciones privilegiadas, inteligentes casadas/os con carreras universitarias: abogados, médicos.

 

¡Aquellas pequeñas cosas!

 

Eso fue hace mucho tiempo, claro, pero recuerdo bien como de su cuello colgaba una cruz oscilando en una cadena, una cruz que simbolizaba su creencia tan presente en su vida, en la educación y en la moral, no solo de ella sino de la mayoría de las familias de aquella época. Pero lo que más me llamaba la atención era que, junto al crucifijo también prendía una pequeña llave. Una llavecita que abría la caja donde se guardaba los dineros de los giros, telegramas, notas, los servicios telegráficos. Una vez al mes debía hacer el arqueo con esa llavecita que ella guardaba celosamente.

 

En la casa de Telégrafos vivían tres grandes mujeres: María de Las Casas, Juana Carmona y Petra. Formaban parte de lo que yo llamo las heroínas de la época.

 

Tanto mi tía Juana como Petra, parecían bastante mayores de lo que en realidad eran, quizás por su forma de vestir o simplemente porque cuando somos pequeñas creemos que los ascendientes son muy mayores. Mi tía iba y venía por toda la casa, haciendo esto y lo otro, moviendo sus dulces ojos castaños. Organizaba la casa, ayudaba con la correspondencia de la abuela, en la oficina de Telégrafos…

 

Lo que no puedo olvidar de su casa es el olor de la cocina, ese olor de los guisos. Esos sonidos y olores de la leche hirviendo una y otra vez. Ese olor que para Proust, era una magdalena mojada en té la que le evocaba un recuerdo detallado de su tía. Y que para mí fue el olor del placer culinario, tanto que aún si me traslado a la cocina o al comedor de aquellos veranos, me llega ese hummmummm de los filetes de carne y las papas guisadas. Un alimento que se convirtió en el santo grial de las nuevas clases medias.

 

¡Aquellas pequeñas cosas!

 

Papá transformó a su madre en un ser perfecto. Admiraba su capacidad de trabajo a jornada completa, la singularidad de su talento; que por cierto, alguien decía que es la verdadera patria universal y, hablaba de ella con gran pasión, por eso al morir la abuela, sintió un vacío tan grande que, me atrevo a decir que ella vivía en él después de muerta.

 

Escribía mi abuela de las antiguas verdades: amor y honor, religión y piedad, sacrificio y sueños. Y desde el tiempo que todo lo magnifica la veo sentada junto a mí, en una de las mesitas en la pérgola del Casino de la Plaza de España de Aridane cobijada bajo las dulces buganvillas.

 

-Un leche y leche y un bizcocho ¡Ah y un refresco para la niña!

 

Pedía al camarero que en seguida le traía el pedido junto con el periódico que, casi siempre era del día anterior. Los aviones no siempre llegaban con puntualidad y el reparto de la prensa se hacía dificultoso. La abuela analizaba la prensa hasta que se acercaba alguna amiga:

 

¿Cómo se encuentra, doña Marieta?

 

En el pueblo todo el mundo la conocía. Hablaba despacio de una manera amable y con cierta solemnidad. Contaba sus problemas de tensión, sus achaques. Dominaba muy bien las normas de la conducta social. Después orgullosa hacía las presentaciones oportunas.

 

-Ah, sí tú debes ser hija de Pedruco, el que vive en Las Palmas, ¿no? Y añadía la amiga -Eres una niña guapa. ¿Lo sabes?

 

En ese momento, mi abuela me miraba con aquella sonrisa malévola suya. Yo sabía que ella valoraba otras cosas. Imponía disciplina, compromiso, trabajo, quizás le daba miedo que yo pensara que mi responsabilidad en la vida iba a ser tener una cara bonita. Y ahora que menciono lo de la belleza, recuerdo que cuando llegué a la adolescencia, le escribí alguna carta Sí, le escribía, le escribía con miedo, con terror de cometer errores gramaticales, sintácticos, ortográficos…

 

Y dentro de la carta le adjunté una fotografía mía. Y fue divertido porque en mi vanidad juvenil yo pensaba que poseía una belleza tan inusual que ella iba a elogiar. Cuál fue mi sorpresa que a vuelta de correo me contestó escuetamente sobre la foto:

 

-Querida Rosarito espero que la inteligencia supere a tu belleza.

¡Aquellas pequeñas cosas!

En los artículos de María de las Casas se vislumbran la mujer que fue, su personalidad, los tiempos frágiles que vivió, y sobre todo el testimonio de aquella realidad social. Le preocupaban las víctimas de la opresión, de las injusticias de este mundo. De esa realidad que ella vivió repleta de creación y del infortunio, de la moral rígida y la religión. Según su biógrafo se la consideró una excelente conferenciante, poseedora de una oratoria brillante a la que unía una vasta cultura.

 

El 27 de marzo de 1967, muere Marieta. Esa pérdida fue un golpe inesperado para mí, tanto que pensé que nunca estamos preparados para las despedidas. Pero ¿Cómo se prepara una para la muerte de una abuela? ¿Cómo prepararse para ese combate contra el destino?

 

Hoy hago recuento de mis emociones, del Valle de Aridane, siempre igual o siempre diferente. Hago recuento de mi memoria sentimental, de mis pequeñas alegrías y doy las gracias por todo a esta ciudad. Pero también doy las gracias a una gran mujer, que fue mi abuela: Marieta de las Casas.

 

Rosario Valcárcel, poeta, narradora.

 

Blog-rosariovalcarcel.blogspot.com